El primer factor que determina el nacimiento de este estilo nos lo indica el propio nombre de este género: etimológicamente hablando, Disco proviene de ‘discoteca’. Es, pues, aquélla que suena en esos lugares. La proliferación y popularidad de las discotecas a mediados de los años setenta hace que este estilo, lamentablemente, prolifere en detrimento de otros de mayor calidad. Sin embargo, hacer música para bailar, como ocurre siempre, no es nada nuevo. La música popular siempre ha cumplido esa función de entretenimiento… Al fin y al cabo las orquestas de Swing ya cubrían esa necesidad décadas antes.
Si los cincuenta fueron la década del Rock, los sesenta la del Beat, de la Psicodelia, la Canción Protesta y el comienzo del Rock Progresivo, socialmente los setenta es la década de la aparición de un nuevo estilo de música negra llamado, como ya hemos visto en el capítulo anterior Funk, derivado, no del Soul sino del Jazz. Pues bien, la tercera de las influencias musicales del Disco no es negra, sino completamente blanca, la música electrónica y, para ser más precisos, la alemana de grupos como Kraftwerk.
Obviando el fenómeno de la famosa sala de fiestas Studio 54 –arriba, Andy Warhol en una fiesta en esta sala–, lo cierto es que, para el público normal, parecía estar, en un principio, el fenómeno ‘discotequero’ vedado.
Sin embargo, el éxito del film Saturday Night Fever puso de moda las discotecas en todo el mundo, globalizando esta nueva costumbre. Su banda sonora, con temas de Bee Gees –a la izquierda y no, no mencionéis nada de sus atuendos…–, Tavares, Kool & The Gang y K.C. & The Sunshine Band, supone el espaldarazo comercial definitivo para este tipo de música. Éxito de taquilla, tanto para el film como para la banda. Luego de su publicación, el disco llegó a lo más alto de las listas americanas, ocupando los primeros puestos durante casi ¡seis meses! –de Enero a Julio del 78’–, y fue el disco más vendido ese año tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido.
El éxito de productores como Frank Farian con el invento’ Boney M y de Giorgio Moroder con la cantante Donna Summer fueron la demostración definitiva de que la música disco era la música de moda a finales de los setenta.
En Philadelphia, productores de la talla de Kenny Gamble o Leon Huff dieron forma a un nuevo sonido que llevaba el nombre de la ciudad y bajo cuya etiqueta se impulsaron las carreras de formaciones como The O'Jays o los antes mencionados Harold Melvin & The Blues Notes, el Philadelphia Sound, más tarde emulado en Alemania por el Sonido Munich, imitando lo que la Motown había hecho en Detroit una década antes. Estos grupos crearon un sonido disco que conservaba toda la calidez del Soul. El resultado de todas estas mezclas fue el nacimiento de discotecas especializadas en cada uno de las variantes musicales correspondientes.
Es curioso observar como, en la década de los ochenta, es el ambiente gay el que recogerá y alimentará el ‘fenómeno disco’, manteniéndolo vivo en los años del Post Punk, del auge del Rock Duro y de sus consiguientes evoluciones como el Grunge. Es en clubes gay donde se escuchan temas de Gloria Gaynor, Anita Ward o Village People –lo siento, pero la foto había que ponerla….
Con la moda de las discotecas empieza a destacar la figura del DJ o pinchadiscos –lamentable que, hoy día, estos individuos e ‘individuas’, que también las hay, sean estrellas ¡Lástima que no hayan seguido en el anonimato como entonces…!
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